“Me van a matar, y yo no quiero que me maten”: lideresa social del Cauca colombiano

democraciaAbierta habló con Yaneth Mosquera, lideresa social del Cauca colombiano, que ha dedicado su vida a trabajar por las comunidades desplazadas y afro, y que fue víctima de un atentado contra su vida el martes 28 de julio.

by Juanita Rico

Este testimonio es la primera entrega de una serie sobre líderes sociales en Colombia, que busca devolverles la voz, contar sus vidas, lo que hacen y cómo sobreviven en el territorio.

El Cauca, ubicado en el suroccidente de Colombia, es el departamento con más asesinatos de líderes sociales en Colombia. Con corte al 15 de junio de 2020 y según Somos Defensores, 63 líderes han sido asesinados.

Patía, parte del Cauca, un valle que estuvo sumergido bajo el mar por más de 3.500 millones de años y que estuvo azotado primero por las FARC y luego por los paramilitares, es el hogar de Mosquera. Este es su testimonio:

Nací en la vereda El Juncal. Ahí crecí y conocí la violencia: a los 14 y 15 años cuando tuve a mis dos hijas mayores. Ambas son producto de violaciones de aquellos que yo conocía como «chusmeros» y que no eran otros que guerrilleros miembros de una u otra fuerza armada ilegal que controlaba el territorio y que llegaban, se lo encontraban a uno y hacían lo que querían.

Más adelante tuve a mi tercer hijo. Él sí fue un intento de querer vivir el amor, pero no tuve la posibilidad o el aguante. Yo vengo de una familia muy pobre y por ignorancia nunca nos enseñaron cómo el tema psicológico puede afectar a un ser humano. Se me despertó el miedo y no fui capaz de convivir con el padre de mi hijo, apenas lo tuve me escapé, vivíamos en Yumbo y me escapé y hasta el día de hoy vivo sola.

Hoy ya tengo 50 años y mis hijas ya están casadas y tengo dos nietos: uno de 7 y otro de año y medio. Mi hijo tiene 23 años y trabaja en la Personería Municipal de Popayán.

“La letra con sangre entra”

Éramos y somos campesinos. Yo tengo la fortuna de tener mi papá y mamá vivos. Él tiene 78 años y ella 75. Se separaron hace 35, pero ahí estamos y nos apoyamos entre todos. Tengo nueve hermanos, ocho vivos. Al mayor lo mataron los paras. También tengo dos hermanastros hijos de la nueva vida de mi papá.

Mi familia era de las más humildes de la vereda. Yo no estudié porque mi padre pensaba que las hijas estudiaban para parir. Por eso, iba a la escuela a escondidas. ¿Usted ha oído ese refrán que dice que la letra con sangre entra? A mí me tocó así. Cuando mi papá me mandaba a la tienda yo me iba a la escuela y luego la latigada era segura.

Contar esas historias me entristece, pero me hicieron mejorar como persona

Desplazados y destechados

Al crecer, los paras amenazaron a toda la vereda y nos tocó irnos. Llegamos a Popayán en el 99 y yo con mis tres hijos me enfrenté a lo que significa llegar del campo a la ciudad sin otro saber que el de cosechar y vivir de la tierra.

Popayán – descubriendo el mundo

Mi abuela materna decía que Popayán es tierra grande, el que tiene plata come y el que no, se muere de hambre y es cierto. Cuando llegamos no teníamos donde vivir, dormíamos sobre plásticos y yo me rebuscaba la vida. La esperanza llegó cuando, junto con los otros miles de desplazados, descubrimos la quebrada Pubús en el barrio Munich de la comuna 7 en Popayán.

Pubús es zona de protección. Es un humedal, por lo que las más de 1.000 familias que nos asentamos ahí lo hicimos en forma de invasión. Ahí nació mi liderazgo. Comenzamos el debate con la policía y las autoridades hasta que, después de muchos enfrentamientos, logramos llegar a un acuerdo para quedarnos ahí.

Junto con las otras familias desplazadas, creamos la Corporación Destechados ProDesarrollo Comunitario que busca mejores condiciones de vida. Yo, en particular, centré todos mis esfuerzos en liderar proyectos ambientales y de desarrollo comunitario para más de 1.500 familias. Por eso me dieron el premio Mujer Cafam en 2007.

De eso solo me quedó el orgullo porque los 16 millones que entrega el premio se los di a mujeres necesitadas y de tercera edad de la quebrada y los 2.500 subsidios de vivienda que me prometió el entonces gobierno de turno nunca se hicieron realidad.

Después del premio vinieron las amenazas

Mosquera no solo lideró los exitosos esfuerzos por descontaminar la quebrada, sino que también creó huertas orgánicas de las que sacan repollo, cebolla, remolacha y otros productos que cada 45 días les sirven para hacer trueque con gente de Popayán que a cambio les da arroz, jabón y ropa.

Gracias a sus esfuerzos, logró adquirir un lote en el que se reubicaron 3.088 familias desplazadas y que hoy se llama Ciudad Futuro Las Guacas.

Luego de eso, viajó a Estados Unidos invitada por Hillary Clinton durante el gobierno de Barack Obama. Fue a la casa Blanca y recorrió el país por seis meses, en los que estudió un técnico ambiental en la Universidad de Miami.

Luego de ese intervalo volvió a Colombia a seguir trabajando por su comunidad y se encontró con las primeras amenazas.

El pan del día para los líderes sociales

Cuando volví de Miami, me secuestraron a mi hija mayor y la rescaté. Seguí trabajando en el Cauca, para apoyar a mi comunidad y en 2014, siete años después del premio, quedé elegida para ser parte del espacio nacional de consulta previa como representante de las comunidades afro, raizal y palenqueras por el ministerio del Interior.

Desde ese momento, he estado metiéndole la ficha a pelear por los derechos de las comunidades negras, la comunidad que más seres humanos, más vidas ha perdido durante el conflicto, ¿sí sabía eso? Es que a nosotros el silencio y el olvido han dejado que nos maten desde hace años. Y ahora nos siguen viendo como los pobres.

En 2019 tuve un susto grande. Acá en el Cauca quieren construir la doble calzada Santander de Qulichao-Popayán. Yo lo que hice fue poner una tutela que gané para que el Gobierno Nacional hiciera una consulta previa porque la calzada va a desplazar a muchas comunidades ancestrales de ese territorio, va a contaminar los nacimientos de agua y, si no hacen algo por esas comunidades, van a terminar donde siempre terminan las comunidades negras desplazadas por acá: al lado de las carreteras en viviendas de invasión.

En ese momento me declararon objetivo militar y me dieron 24 horas para irme del país o me mataban. Yo no me fui, pero comencé a recibir panfletos diciéndome que me iba a morir día de por medio.

Una de las amenazas que recibieron Yaneth y otro líder social en 2019. | Archivo personal.

¿Usted cree que alguien ha hecho algo? He puesto más de mil denuncias frente a la Fiscalía y nada. Es que si a mí me dijeran «Vea este panfleto vino de tal lugar» con eso yo tengo. Pero nada.

El gobierno, como esa señora que dijo en el Putumayo que matan más por celulares de lo que matan líderes sociales, desdibuja las cosas. Incluso he visto noticias que dicen que los líderes afro e indígenas nos prestamos para ayudar a las disidencias de las FARC a hostigar al ejército y eso no es cierto.

Lo que eso hace es ponernos una lápida encima.

Atentado y aislamiento total

El martes 28 de julio a las 3 de la mañana pusieron un explosivo en la casa de la hija mayor de Yaneth, con la que vivía. Nadie salió herido, pero Yaneth tuvo que irse lo más rápido posible.

Mire yo ya tenía un esquema de seguridad con un vehículo, que volaron en el atentado, y dos guardaespaldas. A esos guardaespaldas, sin embargo, solo les pagan comisión siete días y yo trabajo en territorio 31 días al mes. Entonces ellos se van conmigo y duermen donde yo duermo y comen de lo que yo como. Lo hacen porque quieren ayudarme. El nuevo esquema es un vehículo blindado de emergencia y un esquema de seguridad, pero por tres meses.

Yo me siento sola. Mis amigos ya ni me saludan por la calle porque les da miedo. A mis hijas ya no las puedo ver por su seguridad. Ahora duermo un día en un lugar, otro en otro, a veces ni duermo.

Yo le digo esto: desde que se firmó el Acuerdo de Paz esto se puso peor. Lo cogieron como discurso para enriquecerse y el gobierno actual no hace nada. Ahí hay unos mecanismos legales que podrían ayudarnos, pero no los implementan. También propició que llegaran acá muchas ONG que no hacen nada. Aquí hay muchas ONG que siempre se ganan todas las licitaciones y no hacen nada.

Yo quiero decirle esto: Me van a matar y no quiero que me maten.

Yaneth Mosquera tiene 50 años. Lleva más de 20 trabajando por las comunidades de desplazados, afro, raizales y palenqueros en el Cauca. Hace seis meses pesaba 112 kilos. Hoy, pesa 65 debido a que el año pasado le descubrieron cáncer de tiroides, luego de seno y ahora de estómago. Vive de lo que gana a diario. A pesar de cumplir con los requisitos para recibir una indemnización por ser víctima del conflicto, la rechazó porque cree que nada puede reparar lo que han vivido las víctimas. Ella pide una cosa: un territorio donde ella y su comunidad puedan vivir la tierra y ser lo que han sido siempre: campesinos.


Este artículo fue publicado originalmente en Open Democracy

Foto principal: Yaneth Mosquera, lideresa social del Cauca colombiano


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