A los ojos de Washington, el objetivo de financiar a los grupos negros, indígenas, LGBT u otros grupos minoritarios en países enemigos no es simplemente promover las tensiones allí; es también crear una narrativa que ayude a convencer a los liberales e izquierdistas de Estados Unidos para que apoyen la intervención estadounidense.
«El éxito de una vacuna contra el coronavirus procedente de Cuba ayudaría a romper el control global del mercado por parte de las grandes compañías farmacéuticas de Estados Unidos y Europa». – El diplomático de Antigua de Barbados, Sir Ronald Sanders
En un regalo de despedida a la comunidad cubana en el exilio por su lealtad a Trump, los EE.UU. declararon a Cuba un «estado patrocinador del terrorismo».
Cuba ya es una potencia médica, y sí puede navegar con éxito por el campo de minas de las sanciones de EE.UU., podría suministrar a gran parte de América Latina una vacuna contra el COVID.
Como un golpe de gracia a la campaña de Bernie Sanders, Joe Biden declaró que vetaría Medicare for all. Esto podría llevar a un dedicado defensor de la salud a perseguir implacablemente Med-4-All como objetivo final. Sin embargo, no es la meta final. Debería ser el primer paso en una transformación completa de la medicina que incluya la combinación de la medicina comunitaria con la medicina natural y el cuidado de la salud para el mundo.
A pesar de sus deficiencias en el ámbito nacional, los Estados Unidos intervienen en países de múltiples continentes tratando de controlar sus gobiernos y recursos.
En un acto de pura hipocresía y crueldad obsesiva, los senadores republicanos Marco Rubio, Rick Scott y Ted Cruz se unieron para penalizar a las naciones en vías de desarrollo que buscan aprovecharse del trabajo humanitario práctico de Cuba.