
Seguro que en más de una ocasión te has sorprendido a ti mismo husmeando vidas ajenas en alguna red social. Sin saber cómo, has acabado recorriendo las fotos de la boda de una persona a la que tienes como amiga en Facebook porque hace años coincidisteis en un viaje, aunque nunca más os habéis vuelto a ver ni a comunicar. Es ese punto voyeur que todos llevamos dentro, y que las redes sociales han permitido desatar sin remilgos.
También las redes permiten dar rienda suelta a nuestro lado exhibicionista, más acentuado, eso sí, en unos usuarios que en otros, más pudorosos. Porque hay quien deja documentado cada paso que da: desde la cara con la que se despierta, pasando por el café que desayuna, su itinerario al trabajo, la hamburguesa que se come, sus zapatillas de correr, los libros que se compra (otra cosa es que se los lea), sus idílicas vacaciones, su perfecta familia… Pero, ¿y si de repente descubrieras que esas fotos maravillosas que cuelga tu compañero de trabajo de sus viajes son siempre ‘selfies’ porque, en realidad, viaja solo, no por elección, sino porque no ha encontrado con quién? ¿O que ese matrimonio sonriente y aparentemente perfecto en realidad está a punto de separarse?
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